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En medio de los actuales y digitales tiempos, pensaríamos que los mensajes, los chats y la inmersión de las redes sociales y diversas herramientas de conexión digital permitirían espacios para generar conversaciones continuas con nuestros amigos que fortalecieran los lazos de amistad y empatía. Tristemente, la realidad dista enormemente de lo esperado.
Si bien contamos con múltiples y diversas herramientas y plataformas digitales que facilitan desarrollo social, económico y cultural, nuestra sociedad tiende a aislarse, a retraerse e impedir espacios para la conversación y escucha. Etimológicamente, conversar deriva del latín conversari, con (juntos) versare (dar vueltas). Significa: vivir, juntos dar vueltas.
La conversación entre dos personas permite, además del diálogo humano, conocer nuevos temas, escuchar otras historias, interrogar y porque no, contradecir razonable y respetuosamente la posición o punto de vista adverso que ofrece la persona con quien interactuamos.
Ante las profundas y agitadas diferencias ideológicas y formas de pensamiento en que convivimos, conversar facilita el debate y acercamiento en medio del disenso más allá de tener o no la razón, como acertadamente lo señaló el filósofo y profesor austriaco Karl Popper: “Yo puedo estar equivocado y tú puedes tener la razón y, con un esfuerzo, podemos acercarnos los dos a la verdad”.
Conversar implica generar un clima de empatía y confianza con nuestro interlocutor, conlleva también a entender y comprender que nuestras convicciones no deben imponerse, ni mucho menos vetar o descalificar las opiniones diferentes y contrarias a las nuestras.
Los escenarios de redes sociales y medios de comunicación que utilizamos a diario para el debate público han enquistado un apasionamiento feroz a la hora de discutir los temas de interés nacional, la agresividad y la descalificación imperan contra el que piensa y opina diferente a nuestras convicciones. Frente a las opiniones contrarias, antes de hacer un raciocinio y determinar si son justas o no, entramos a descalificarlas y refutarlas con mofas e insultos despiadados. El alarmante resultado: un aislamiento humano cada día alimentando el odio, los prejuicios, ególatra y a todas luces inconcebible y malhadado para una sana y democrática convivencia.
La conversación ofrece un trato humano valiente para encarar opiniones adversas y hasta incómodas. Escuchar, por lo general, no resulta una tarea fácil o complaciente, por álgida que sea una discusión, manteniendo la conversación, los caminos del diálogo siempre van a estar abiertos para acercarnos a la verdad y afianzar un ambiente social que nos permita convivir respetando y garantizando la libre expresión de nuestras diferencias.
En un año prelectoral, en el que Colombia está signada por la constante polarización y agresividad verbal, la conversación debe ser el faro la agenda de discusión nacional: urge recuperar el hábito de la conversación, no solo entre los actores políticos e institucionales, también entre la sociedad en general, volver a conversar para que la escucha, la empatía, la comprensión y el diálogo fortalezcan los lazos de respeto y conexión humana.
«Como el placer de la lectura es solitario, hay que completarlo con el de la conversación. Por desgracia, el arte de la conversación está desapareciendo; es lástima porque es una de las mayores recompensas que nos ofrece el trato humano. Para mí, conversar es una de las formas superiores de la civilización. La decadencia de este arte es otro signo de que nuestra civilización está en peligro.”
Octavio Paz.