Todo lo del pobre es robado

Publicidad

Getting your Trinity Audio player ready...
Por | Alejandro Montero / Publicista y Mercadólogo, magister en Comunicación y Marketing Político

Hace unos días, mientras estaba en la oficina, escuché un comentario que me dejó pensando. Alguien mencionó que ‘El Ruso’, actual alcalde de Tunja, quien hace unos años vivía en un barrio de estrato 2, ahora reside en un apartamento al lado de Unicentro, uno de los sectores más exclusivos de la ciudad. La conclusión de inmediato fue: “Eso fijo es porque está robando”.

La frase no era más que una opinión lanzada al aire, pero reflejaba una realidad mucho más profunda: en Colombia, cuando alguien que viene ‘de abajo’ logra ascender, la gente rápidamente asume que debe haber algo turbio detrás de su éxito.

Lo curioso es que, aunque no sabemos si lo logrado por ‘El Ruso’ es fruto de su sueldo o de otro tipo de ingresos, el hecho de que haya ascendido socialmente es suficiente para que muchos lo den por sentado: debe haber algo ilegal en su progreso.

Publicidad

Esta conclusión, aunque carezca de pruebas, refleja la mentalidad generalizada de que el pobre solo puede mejorar su situación de manera ilícita. Es como si el simple hecho de ser pobre impusiera un techo de desconfianza sobre cualquier intento de ascender, pues se asume que no es posible hacerlo sin ‘ayudas externas’.

La posibilidad de que ‘El Ruso’ haya crecido a través de su esfuerzo, habilidades o trabajo no se contempla porque, simplemente, la pobreza parece ser un sello de legitimidad cuestionable.

Esta mentalidad de que “todo lo del pobre es robado” está tan arraigada en nuestra cultura que ni siquiera nos detenemos a cuestionarla.

La movilidad social en el país es tan limitada que cualquier intento de ascender es visto con desconfianza. Si una persona que nació en un estrato bajo mejora su situación, la primera reacción no es admiración, sino sospecha.

Lo que está detrás de esta desconfianza no es solo el avance material, sino el hecho de que se percibe como algo ‘imposible’ o ‘ilegítimo’ que alguien suba de estrato sin recurrir a métodos dudosos.

Colombia, con un índice de Gini que refleja una desigualdad alarmante, muestra que la movilidad social es una quimera para la mayoría de los pobres. Según el DANE, las brechas de ingresos son tan grandes que el 10% más rico del país concentra casi la mitad de los ingresos, mientras que el 50% más pobre solo alcanza el 17%.

Esta desigualdad no solo es económica, sino también social. Los barrios exclusivos no están hechos para que los pobres lleguen, y cuando lo hacen, surgen las reacciones: ya sea por desconfianza, rechazo o incomodidad.

Lo curioso es que cuando alguien como ‘El Ruso’, quien no es el único caso, da ese salto, no solo enfrenta la mirada recelosa de quienes siempre han tenido más. También recibe el juicio de quienes, al igual que él, han vivido en la pobreza, pero que, por alguna razón, no ven bien que alguien ‘se olvide’ de su origen. Este rechazo que proviene, tanto de los poderosos como de los más humildes, refuerza la idea de que el pobre debe quedarse en su lugar, y que cualquier intento de salir de allí es casi un acto de traición.

Este fenómeno refleja la falta de confianza en que el ascenso social se pueda lograr de forma legítima. Sin embargo, lo que realmente debería preocuparnos es la corrupción que afecta a todo el país.

Según la Contraloría General de la República, la corrupción le cuesta a Colombia más de 50 billones de pesos al año, un dinero que, si se invirtiera correctamente, podría generar las condiciones necesarias para que más personas salgan de la pobreza sin que nadie cuestione su progreso. Pero, curiosamente, es mucho más fácil señalar a un vecino que subió de estrato que a aquellos que desvían recursos públicos sin que nadie los cuestione.

El comentario en la oficina sobre ‘El Ruso’ fue solo una pequeña muestra de un pensamiento mucho más extendido. Vivimos en una sociedad donde el progreso de los pobres genera sospechas y donde la verdadera corrupción pasa desapercibida.

Tal vez, en lugar de juzgar a quienes logran salir adelante, deberíamos empezar a cuestionar más profundamente cómo funciona nuestro sistema, para que todos, independientemente de su origen, puedan aspirar a un futuro mejor sin que su éxito sea siempre motivo de duda.

Publicidad

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.